ALCANZA EL PODER SUPERIOR
El deseo natural del ser humano por alcanzar un poder superior, el control de la naturaleza y de los fenómenos físicos normales y paranormales ha conducido a muchos a tomar la senda que roza los caminos de la entidad del mal y a otros a sumergirse de lleno en ella…
EL LIBRO DE SAN CIPRIANO
La historia de San Cipriano, quizás sea desconocida para muchos, pero es un claro ejemplo de una ley eclesiástica práctica (no teórica), que dice que para ser canonizado como santo no es necesario ser bueno pero si sabio.
Siempre había escuchado decir que se consideraba a San Cipriano como el primer brujo famoso conocido, sin embargo, nunca entendí lo que realmente significaba hasta que, años después, tuve oportunidad de conocer su vida más a fondo. En sus escritos, San Cipriano, dejó constancia de todos los pactos que realizó con el diablo (cuyo nombre en idioma yoruba es Abita ), y sus subalternos, y de qué manera lograba evitar ser atrapado por el poder de aquellos.
Debido al poder que los lugartenientes infernales le otorgaban, llego a ser un personaje temido y respetado, a quien buscaban para realizar imposibles. Cierto día llegó un caballero y le ofreció una cantidad de dinero a cambio de hacer que una doncella se enamorara de él, lo cual sin ningún ápice de remordimiento, como era su costumbre, consintió en realizar.
Realizó su correspondiente ceremonia invocando a los malignos pero en vano esperó el resultado, pues Justina que asi se llamaba la doncella, llevaba en las rayas de su mano derecha la cruz de San Bartolomé, que la hacía invulnerable a todos los recursos utilizados por Cipriano. Este entró en cólera diciéndole al príncipe de las tinieblas:
¿En qué consiste ¡Oh genio del Averno! que todo mi poder se vea humillado por una tan débil mujer? ¡No puedes ni tampoco con tanto dominio como posees, someterla a mis mandatos! ¿Dime luego, qué talismán o amuleto la protege que le da fuerzas para vencerme a mí y hacer inútiles todos mis sortilegios?
Entonces Lucifer, obligado por orden divina, le dijo:
–El Dios de los cristianos es Señor de todo lo creado, y yo, a pesar de todo mi dominio, estoy sujeto a sus mandamientos, no pudiendo atentar contra quien haga uso del signo de la cruz.
Pues siendo asi –dijo Cipriano–, desde ahora mismo reniego de ti y me hago discipulo de Cristo.